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Polinesia Francesa: el cultivo de perlas y los retos de la contaminación por plásticos

Las perlas negras se cultivan en las numerosas islas y atolones de la Polinesia Francesa desde 1960. Fabricadas en granjas perlíferas, las perlas, conocidas como «poeravas» en tahitiano, son famosas en todo el mundo por su belleza y singularidad. La industria perlera es muy importante para los polinesios, ya que es la segunda fuente de ingresos del país, crea empleo y genera riqueza nacional.

Sin embargo, el cultivo de perlas requiere una gran cantidad de cuerdas y redes, la mayoría de plástico. Por eso, durante nuestra escala en las islas, nos interesamos mucho por las repercusiones de esta práctica.

Visita a la granja de perlas de Maggie, pionera del cultivo de perlas en el archipiélago de Tuamotu

En el atolón de Apataki, a unas decenas de metros de la orilla, se levantan pequeñas casas cuadradas sobre pilotes donde hombres y mujeres trabajan afanosamente. Estas son las granjas de perlas donde se cultivan las famosas perlas negras de Tahití, las joyas del Pacífico.

Marguerite Urina, apodada Maggie por todos en el pueblo, posee la granja más grande de la región, con más de 400 hectáreas. Nos dio una calurosa bienvenida para presentarnos su trabajo y hablar de los diversos problemas medioambientales de su granja.

En el corazón de estas pequeñas islas de madera, los artesanos trabajan en diversas tareas: algunos se encargan de sacar del agua grandes redes llenas de ostras perlíferas, más conocidas como nacres por los polinesios. Otros preparan el nácar y, sobre todo las mujeres, se encargan de la delicada tarea de injertar las perlas. Estos injertadores, armados con pequeños instrumentos quirúrgicos, extraen meticulosamente las perlas y luego insertan nuevos núcleos que se convertirán en preciadas perlas en el futuro.

Cuando el molusco nácar parece frágil y cansado, los injertadores lo apartan, ya que no producirá perlas de calidad. Sin embargo, no se pierden, ya que cada parte se recupera para diversos usos: para el Korori, un plato tradicional de la isla que utiliza el molusco; para marisco que se vende a los turistas; y como abono para la agricultura.

Por desgracia, este fenómeno es cada vez más frecuente. La méthode artificielle de culture des perles peut causer des déséquilibres écosystémiques si les lagons se retrouvent surexploités. Además, todo el plástico utilizado en el agua genera una gran cantidad de microplásticos. Por eso Maggie y muchos otros profesionales del sector buscan activamente nuevas soluciones para que la industria perlera sea más respetuosa con el medio ambiente.

Soluciones para reducir el impacto ambiental del cultivo de perlas

Afortunadamente, se están haciendo esfuerzos para innovar en este campo. En concreto, conocimos a Thomas Trophime, de la Dirección de Recursos Marinos de la Polinesia Francesa (DRM), que trabaja para reducir las repercusiones negativas de las explotaciones de perlas. El objetivo del DRM es encontrar empresas que produzcan biomateriales para sustituir las vallas de plástico y realizar un seguimiento medioambiental preciso para evitar cualquier posible sobreexplotación.

¿Qué ocurre con las vallas de plástico y las cuerdas que ya no se utilizan?

Por el momento, en varias islas se ha establecido un sistema de recogida de residuos del cultivo de perlas para transportarlos en barco a un vertedero de la isla de Tahití. Sin embargo, este enfoque presenta importantes deficiencias para el medio ambiente. En efecto, el método del vertedero provoca a largo plazo la contaminación del suelo de la isla de Tahití, mientras que los residuos sin triturar, muy voluminosos, comprometen la optimización del espacio durante el transporte, lo que también tiene un impacto medioambiental considerable. Una de las soluciones previstas sería triturar estos plásticos in situ, antes de transportarlos a Tahití, donde luego se reciclarían.

Por ello, el equipo de Plastic Odyssey realizó pruebas a bordo del barco, triturando residuos plásticos procedentes del cultivo de perlas. Después fabricó perfiles de plástico reciclado para construir un banco que donó a la comunidad de Apataki. La idea de esta acción era demostrar que es posible dar una segunda vida a vallas dañadas u obsoletas y convertirlas en nuevos objetos útiles en la vida cotidiana.

El futuro de la industria perlera en la Polinesia Francesa

Hoy en día, los distintos agentes de la industria de cultivo de perlas intentan organizar el proceso de reciclaje de los residuos que se producen cada año. Este compromiso se reforzó en el OnBoard Lab de la Polinesia Francesa, donde los protagonistas se reunieron para discutir los próximos pasos. Se han comprometido a estructurar esta nueva cadena de valor.

Los perlicultores presentes, deseosos de preservar el medio ambiente y sus lagunas, aceptaron preparar los residuos de la mejor manera posible para su reciclado. Tras sacar el equipo del agua, lo guardarán fuera para limpiarlo y secarlo. A continuación, el TSP (Tahitienne de secteur publique) supervisará su repatriación por vía marítima a Tahití, donde la materia prima se enviará a nuevos recicladores en colaboración con Plastic Odyssey.

La industria perlera de la Polinesia Francesa se encuentra en un momento crucial de su historia, con la conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible en el centro de sus preocupaciones. Aunando fuerzas y trabajando juntos, podemos mantener viva esta tradición y preservar al mismo tiempo los tesoros naturales de estas islas paradisíacas.



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