menu

Una escala en el corazón del archipiélago de San Blas

A pocos kilómetros al este de la costa panameña se extienden 365 pequeñas islas paradisíacas habitadas por un pueblo poco conocido, los Gunas. En el archipiélago de San Blas viven más de 60.000 personas desde hace generaciones.

Un archipiélago aislado y amenazado

Gracias a una colaboración con Legacy Forum, el equipo de Plastic Odyssey tuvo el privilegio de visitar esta remota parte del mundo, donde ya se dejan sentir los devastadores efectos del cambio climático, con islas que desaparecen bajo el mar y la contaminación por plásticos que asola el litoral.

A la llegada, echamos el ancla a pocos kilómetros del San Blas, un momento especial para Plastic Odyssey. Las piraguas no tardaron en venir a nuestro encuentro, dándonos la oportunidad de conocer a Pali. Originario de esta pequeña isla paradisíaca, Pali es residente y propietario de la isla Tubasenika, una de las 18 islas turísticas no muy lejos del barco. Esta oportunidad nos permitió hablar con él, comprender mejor la realidad de este pueblo que vive en un santuario preservado por la UNESCO.

Los Gunas, la gente que nunca se rinde

Los Gunas llegaron a las islas de San Blas en el siglo XVI y han permanecido allí desde entonces, resistiendo la prueba del tiempo. A pesar de las disputas territoriales y las invasiones extranjeras a lo largo de los años, siempre han prevalecido, logrando su mayor victoria en 1938: la independencia de Panamá. La historia de este pueblo indígena lo hace único en el mundo, gracias sobre todo a su estatuto de autonomía, que perdura hasta nuestros días. Además, cada isla funciona como una entidad separada, dirigida por un jefe responsable de las decisiones que le conciernen. Sin embargo, esta particularidad plantea una serie de retos a la hora de gestionar las cuestiones medioambientales, como pudimos comprobar durante nuestra escala.

Islas idílicas víctimas del despilfarro

Los Gunas siempre han vivido al ritmo de las islas, dependiendo de la pesca, los árboles frutales y cualquier otra cosa que la tierra les ofrezca. Sin embargo, cuando aparecieron los primeros productos de consumo en San Blas, a nadie se le ocurrió informar de los efectos nocivos que estos residuos podían tener en el medio ambiente:

«Hemos seguido tirando nuestras botellas de plástico y bolsas de patatas fritas a la tierra y al mar, igual que hacíamos antes con nuestras cáscaras de plátano. Este comportamiento se ha transmitido de generación en generación y hoy nos enfrentamos a islas contaminadas, sin forma de gestionar nuestros residuos de manera sostenible.» Pali, jefe de la isla Tubasenika, nos dice.

En la isla de Carti, la más poblada del archipiélago, no existe ningún sistema de gestión de residuos. Todo se arroja al mar y contamina las orillas. Sus habitantes viven en condiciones insalubres, lo que provoca la aparición de virus y enfermedades como el dengue.

«Desde que empecé a trabajar por la conservación y protección del medio ambiente y los ecosistemas marinos en 1994, he visto cómo las islas han cambiado drásticamente: los residuos plásticos han invadido tanto la tierra como el mar, la subida del nivel del mar ha engullido varias islas, apenas quedan peces y el coral está prácticamente muerto». Según Ramiselia Ramírez, bióloga marina.

Dentro de 10 años, algunos informes del IPCC predicen la desaparición total de las islas y el traslado de sus habitantes. Por desgracia, los Gunas son las primeras víctimas de la crecida de las aguas. Este es ya el caso de más de 300 familias que han sido reubicadas en la costa y se enfrentan a la pérdida de su cultura e identidad.

La joven comunidad Gunas: esperanza de un futuro mejor

A pesar de estas observaciones, nos conmovió el interés de los jóvenes Gunas por formar parte de la solución. Juntos organizamos una recogida de basura para concienciar a la gente sobre el plástico. Fue una experiencia muy conmovedora, ya que los conmovedores testimonios de los niños reflejaban una profunda conciencia de su realidad:

«Es la primera vez que participo en una recogida, no sé cómo se hace, no estoy familiarizada, pero me doy cuenta de lo sucia y llena de basura que está nuestra isla. Me da pena, me siento mal por la tierra». Un joven Guna, de unos doce años, nos cuenta.

Además de recoger residuos, Plastic Odyssey ha abierto sus puertas a varios grupos escolares. A los niños les impresionó subirse a un barco tan grande y descubrir lo que se puede crear con los residuos plásticos. Podíamos ver el brillo en sus ojos y su deseo de encontrar soluciones para sus islas, su hogar.

Nuestra visita a San Blas estuvo marcada por un encuentro con los Gunas, un pueblo que ha resistido durante siglos, pero que ahora se enfrenta a los estragos del cambio climático. Ante este reto colosal, vemos a los jóvenes Guna como un faro de esperanza, que encierra el potencial de un futuro más brillante para su querido archipiélago.



Únase a la comunidad,
Suscríbase a nuestro boletín